Sin ir más lejos, la capital por excelencia, Desembarco del Rey, representa el reflejo ficticio de la Constantinopla medieval. Nos centraremos en el que es uno de los personajes capitales (y aún supérstite) de su novela río: la controvertida Cersei Lannister, de maldad intrínseca y rubia cabellera. Admirada por unos, aborrecida por otros, unánimemente temida; representa a la perfección la figura del rebelde. Rebelde a su familia y al mundo que le tocó en suerte, pues ambos la postergaron por el sólo hecho de nacer mujer. Exactamente igual que a su alter ego de carne y hueso: Ana Comneno.
Esta fue hija de uno de los basileos más importantes, Alejo I, el que no en vano fue el último emperador de Constantinopla en ser conocido como Magno, Alejo I El Grande. Su vida no fue fácil pues, pese a pertenecer a la familia imperial, los Comneno eran unos recién llegados al trono y, lo que es más importante, la marcada decadencia de Constantinopla en ese periodo amenazaba con extinguir al Imperio romano del Oriente. En aquella época, último tercio del siglo XI, las fronteras habían colapsado décadas antes: se habían perdido los últimos enclaves de la península itálica, los Balcanes y Grecia estaban sometidos a rapiñas periódicas por parte de los pechenegos y Asia Menor, la provincia que había representado el bastión de supervivencia cuando se produjo la invasión árabe del siglo VII, estaba tomada en su práctica totalidad por los turcos selyúcidas. El Imperio se reducía a su mínima expresión, estando el poder enfrentado en una pugna sin cuartel entre la oligarquía militar y la civil; lo cual provocaba emperadores débiles y de breve reinado, precisamente cuando se requería todo lo contrario. Al igual que tantas otras veces en la milenaria historia bizantina, surgió contra todo pronostico un salvador, Alejo I, que con su belicosísimo reinado logró revertir la decadencia y convencer a sus enemigos de que Constantinopla aún seguía siendo un poder muy a tener en cuenta.
Ana Comneno, la Cersei Lannister de Bizancio
Fue Ana Comneno la hija primogénita del emperador Alejo I, hecho que le hizo albergar desde muy temprana edad la esperanza de suceder a su padre en la púrpura algún día. Lo cual no era descabellado pues Bizancio había contado con numerosas emperatrices muy notorias, algunas de las cuales llegaron a gobernar en solitario. Desgraciadamente para ambas féminas, Ana y Cersei, sus padres engendraron hermanos que les imposibilitarían alcanzar el poder absoluto. El rasgo que caracterizó a las dos es que, en vez de resignarse a su mala suerte, vivieron lo que les quedó de vida intentando revertir la situación.
Contó Ana Comneno con una educación de élite y una inteligencia aguda que le hizo ser un miembro muy destacado de la corte, siendo confidente y consejera de su padre. Ana Comneno nos legó una obra, La Alexíada, capital para comprender un momento histórico de gran importancia, pues durante el reinado de su padre se produjo la Primera Cruzada. De hecho, en La Alexíada se nos muestra cómo asimilaron los cristianos del Oriente el repentino y desagradable encuentro con un Occidente que llevaba largos siglos de irrelevante sopor medieval. Y es que la vivencia bizantina de las cruzadas siempre ha sido soslayada a la hora de enjuiciar y analizarlas, usualmente sólo teniendo en consideración una “versión” cristiana frente a otra “versión” musulmana. Olvidando que hubo un tercer bando, Constantinopla, sin cuya visión queda coja la mesa de la Historia.
George R. R. Martin ha sido hasta la fecha, pues recordemos que la saga aún está inconclusa, más piadoso con su personaje de ficción, Cersei Lannister, de lo que el destino fue con Ana Comneno: aquella llegó a coronarse como reina de Poniente, mientras que esta no pudo alcanzar la púrpura. Ambas lo intentaron con grave riesgo de su vida, fama y hacienda. En el caso de Ana Comneno, encabezó una conjura junto con su madre, la emperatriz reinante Irene Ducas, para apartar al legítimo heredero del trono, su hermano Juan II Comneno. El plan era asesinar a su propio hermano y coronar emperador a su marido, Nicéforo Brienio, un cortesano de buena familia, excelente hoja de servicios y cierta inteligencia.
Lamentablemente, cuando llegaron noticias de la conjura a los oídos de Nicéforo Brienio, este confesó el complot y pidió clemencia a su cuñado y emperador, Juan II Comneno. Su mujer, Ana Comneno, nunca se lo perdonó. Su destino estaba sellado, jamás llegaría a vestir la púrpura. Obviamente, la efeméride no le salió gratis ya que fue confinada junto con su hermana y madre en un monasterio, viendo como todo el patrimonio familiar iba a parar a las arcas del Imperio. A pesar de su cautiverio y su devenida pobreza, tuvo Ana Comneno mucha suerte en no ser ajusticiada.
El rasgo mas característico de ambas vidas paralelas es que no dieron jamás su brazo a torcer. Ana Comneno nunca se rindió, buena prueba de ello es que, ya sesentona, habiendo visto partir el tren de las oportunidades, escribió La Alexíada a modo de reivindicación de los logros del reinado de su padre, el gran Alejo I, contrastándolos con los desaciertos de los reinados de su hermano, Juan II, y de su sobrino e hijo de aquel, Manuel I. Fue la postrera venganza de una mujer culta, enérgica y peligrosa contra un mundo que le negó lo que le correspondía.
El presente relato forma parte de las cinco piezas seleccionadas entre las participantes en nuestro Concurso de ensayo Winter is Coming. El mundo medieval en Juego de tronos, premiadas con un ejemplar del libro de Carolyne Larrington.
Enhorabuena al ganador. Fantástico artículo y símil. Te lo has ganado.